En
el día de hoy de 1914 nacía un niño en calle Sucre 327 de Córdoba
capital que no traía como todos un pan bajo el brazo; traía mil
canciones como leñita seca.
Una
estrella con cuerdas de guitarra habría de resultar el pequeño José
Ignacio Rodríguez, a quien más tarde todos conocerían como Chango.
Autor de muchas de las más maravillosas sonoridades de nuestro folclore argentino, le puso ritmo a la vida, a los paisajes, a las gentes, al amor.
Su
primera composición nació en un sueño. En éste veía a un hombre
reclinado en un árbol que cantaba "Vidala tengo una copla no me la vas a
quitar..." y esa vidala lo acompañó hasta el reconocimiento popular.
Aunque de chico se había puesto un nombre artístico más señorial, Eduardo Toberán, finalmente sería una voz quechua la que lo inmortalizaría: Chango. Y así Rodríguez andaría sonando por el mundo llevando en su nombre el sonido originario.
A su vida la transformó en canción. Si soñaba, escribía. Si sufría, escribía. Y cuando amaba, escribía, así nació "Luna cautiva" y le cantaba a su amor La Gringa "De nuevo estoy de vuelta, después de larga ausencia..." cuando salió de la cárcel, donde permaneció 4 años acusado de un crimen del que luego fue declarado inocente.
Cumple el Chango Rodríguez hoy, y aunque salió de gira estelar allá por el '75 sigue presente en cada fogón, cada asado con amigos, cada peña chica, cada peña grande, en cada escenario folclórico, en cada festival y en cada certamen. Sigue presente en los camiones que llevan los vinos riojanos. Sigue en los sulkys que recorren los caminos agrestes de la patria invisible. Y en silbido del trabajador madrugador que espera su transporte. En los grillos enamorados. Y en el canto bajo del obrero de manos callosas. En los toros mañeros. Y en la serenata bajo un balcón vestido de jazmines. En las carretas cañeras que cruzan la laguna en Simoca. Y en el murmullo del que vuelve igual que la calandria.
Feliz cumpleaños Chango,
Pa' que no apaguen tus fuegos
tal vez algún pobre me ayude a soplar.
Marcelo J. Silvera
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